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22 LA BELLAEASO Guzirako y la espléndida promesa:-"nos veremos pronto; nos querremos siempre,,. La memoria, im– placable, seguía desenrollando la película de los re– cuerdos; Pachika, á la espera en el entreabierto por– tal de la casa; las tres campanadas del reloj vecino; las recriminaciones furiosas del padre; el bofetón en la mejilla, el puñetazo en el hombro, la altivez y displicencia desdeñosas de disculpa, opuestas á la cólera paterna. Y en el cuarto, á solas, la mirada inquisitiva, sagaz é inquieta de la madre, que ata los cabos de la taídanza, de las ojeras, del cabello revuelto, de la actitud inusitada, y vierte, mejor que sospechas, la fórmula interrogativa de su convic– ción-"te has perdido?,,,-pregunta terrible que obliga á bajar los ojos y confesar con el silencio, y por último á esconder la cara, enrojecida hasta la frente, mientras las manos trémulas de la pobre mujer atan y desatan su toca, .y sus labios trémulos reprochan, se quejan y temen:-" Sin más ni más... tonta, tonta! Cuánto se reirán de ti esos señoritos! Tonta! No le habrá pasado á Guadalupe ..... Jesús, si lo averigua tu padre! Suceda lo que suceda, hay que ocultar..... Nos mataría á todas!,,-Exclamacio– nes seguidas de interrogatorio apremiante sobre el modo, la persona, el sitio, obstinadamente incon– testado. Se acostó calenturienta, procurando desechar la idea de la falta irremediable..... Al cabo se durmió y soñó en Raimundo y en la dicha de juntarse á él... .. Durante unos cuantos días no la permitieron salir de casa. Asomábase al balcón, espiaba la veni– da del cartero, imaginábase que Guadalupe, á quien no quería descubrirse, le traería algún recado. In– quieta, impaciente entre el temor del olvido y el presentimiento de la perseverancia, obsesionada por las imágenes carnales de una dicha tan breve, pa– reciéndole á cada paso que sentía sobre la cara el
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