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A. CAMPIÓN 21 sa así que envuelta en riquísimas telas!,,-dijo des– de la puerta la voz simpática de Raimundo, con in– flexiones acariciantes:-''me has vuelto loco, no puedo estar sin ti!,, Ella dió un grito, se ruborizó, y riéndose, se abalanzó hacia la puerta para cerrarla. (mposible! Raimundo, que metía por la abertura medio cuerpo, entró, brillantes como ascuas los ojos fascinadores. Ella comenzó á correr, interpo– niendo obstáculos de sil!as, sin cesar de reírse; no experimentaba ningún miedo, confiando en sus fuer– zas de casera, despreciando las del señorito. Raí– mundo la perseguía diciendo: "Un beso; no pido más; un beso, á mí que tanto te quiero, á mí que te he hecho lucir esta tarde .....,. En una de las vuel– tas, junto á la alcoba, fué alcanzada. Raimundo la agarró por la cintura; púsole una mano sobre el pecho, que comenzó á palpitar de un modo nuevo, y con la otra procuró sujetarle la cara, que ella vol– vía:-" Un beso, un beso; mi salario, mi recompen– sa..... ó eres la mujer más ingrata del mundo.,, Ah, qué voz la suya! ardiente y suave, imperiosa y vi– brando lágrimas! La movió á compasión é inclinó un instante, exorable, la cabeza. Los labios de Rai– mundo no se despegaron ya: sintió que por la boca trémula penetraba un efluvio inesperado; para los sentidos fuego, beleño para el pudor ..... Tomasha, hundido el rostro en la almohada que pronto empaparon las lágrimas, no consiguió inte– rrumpir la sucesión automática de los recuerdos é imágenes sensuales, hasta que en sus oídos se re– produjo el tono desfallecido de Raimundo, al decir: -"Es muy tarde; vámonos,,; palabras que resta– blecieron la desilusionadora conciencia del tiempo, disuelta por fugacísimas sensaciones, ávidas de eter– nizarse. Ah, cuánto desconsuelo comunicaban á esa frase los sucesos posteriores! Después de ella, ni un recuerdo amable, excepto el beso en la berlina de
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