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12 LA BELLAEASO Al día siguiente ¡por fin! encontró á Tomasha y Guadalupe que volvían del taller, encuentro repeti– do á diario. Las dos muchachas andaban siempre muy aprisa, sin pararse. Luis no consiguió llamar la atención de aquélla: no se fijaba en ningún hom– bre de los muchos que á una ú otra ó á las dos amigas decían chicoleos, y le observó en el rostro tristeza y palidez. Al cuarto ó quinto día, Tomasha se eclipsó de nuevo. Cansado de cambiar las horas y lugares de la ronda, adoptó resueltamente su pri– mitivo propósito de entenderse con Leonardo, aca– llando las repugnancias del amor propio. Amigos desde la escuela, y amigas las familias de ellos, du– rante muchos años estuvieron siempre juntos. La carrera mayor les separó; Luis fué á Deusto, Leo– nardo á la Corte, donde no acabó ninguna carrera. Aquél volvió con la cabeza llena de ideas naciona– listas; éste, sin ideas de ninguna especie, presumien– do de vestir bien, conocer los sports á la moda, los toreros célebres, las ganaderías buenas y los cou– plets populares. Se abrazaron, pero sus corazones no latían ya al unísono. En las inmediatas vaca– ciones no hubo abrazo ni convivencia: el vínculo se disolvió por mutuo consentimiento, fundado en la incompatibilidad de caracteres. Luis calificaba á Leonardo de "fatuo,,, y Leonardo á Luis, de "salvaje,,. Cómo soldar aquella rotura? Luis se de– vanaba los sesos buscando el medio, un medio de– coroso y natural... Una maliana, al pasar el puente, notó que Leonardo y dos ó tres amigos suyos ve– nían en sentido opuesto. Le dió una corazonada y les cortó el paso. -Chico, Leonardo, deseo hablarte-dijo ten– diéndole la mano afectuosamente. Leonardo se detuvo sorprendido, pero le estre– chó la mano de buen talante. - Con mucho gusto... será largo? Voy de prisa;

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