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8 LA BELLAEASO riciadora era la suya propia ... La voz, poco á poco, convirtiéndose en otra distinta, cantaba, y el aire del cuadro campestre, poco há tranquilo, en sober – becíase y sonaba como una orquesta formidable que se retuerce en la angustia, se apaga en el suspiro, se quiebra en el sollozo, se desborda en la pasión y se sume en la más inconsolable tristeza. "Para beber en tu honor la copa del amar eternamente, unida á ti, quería consagrarte á la muerte,,, mur– muraba Luis siempre que el torbellino de sus sue– ños le traía la imagen de la bella Easo, y llegó á pronunciar con voz tan fuerte esas obsesionadoras pa labras de !seo , que el ruido de ellas le despertó, y acabó para toda la noche el Sl!fño. El tempr~no amanecer de Mayo por las rendijas de los balcones filtró su luz rosácea . Abriólos, y desde los árboles del patio subieron los primeros gorjeos de los pajarillos. Sobre una alta veleta abro– ch.ó el sol un plumaje de oro, y casi al mismo tiempo comenzaron á retumbar los cañonazos del castillo.– "El 2 de Mayo-pensó Lui s;- aun queda pólvora para salvas: vuestro humo llena el cacumen de los maketos.,, Se lavó y vistió muy despacio, por pasar el tiem– po , y luego bajó á la Avenida, donde comenzó á dar vueltas, esperando á los periódicos. Las lecheras que madrugaban más iban llegando, y algunos ca– rritos de hortaliza rodaban sono ramen te sobre los adoquines. Se abrían las puertas de las casas; hin– chados aún de sueño los ojos, con el cajón de la escombra ó los trapos de limpiar, las criadas salían á la calle y enhebraban sus diálogos entre vecinas. So– naba el argentino campaneo de alguna iglesia, aguijo– neando el paso á las devotas que trotaban acabán– dose de poner las mantillas . Los perros hociquea- · ban los montones de basura, y echaban á correr lle– vándose alguna repugnante piltrafa entre los dien-

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