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270 LA BELLAEASO Raimundo, con el suyo, oprimía suavemente el brazo tornead.o de Tomasha y la opulenta curva de su seno, mientras la conducía al coche. Los . socios se agrupaban nuevamente y prorrumpían en fra– ses galantes y ponderativas. Muchos le arrojaron los sombreros para que los pisase. Tomasha subió al landó completamente desvanecida por la vanidad y sugestionada por las frases ardientes de su pare– ja. Los dos jóvenes cambiaron una mirada: audaz, la de él, rendida, la de ella.-Gero arte! - dijo Rai– mundo cerrando de golpe la portezuela. En unión de Guzirako y varios de la junta y comité se diri– gió al Teatro , para afianzar la ya segura conquista y remover cuantos mojones pretendiesen circunscri– birla. El segundo acto comenzaba. Percalinas rojas y gualdas pendían de los antepechos de palcos y pla– teas. El humo de cigarro, desde los pasillos, por la sala pequeña y repleta extendía su bruma azul. Muchachos y muchachas, conservando el traje de la fiesta, distribuidos por diversas localidades evo– caban la imagen alegre y frívola de un carnaval. La conversación y las risas cubrían por completo los acentos broncos del primer galán y el incesante gimoteo de la primera dama. La pésima compañía de · verso "echaba,, el drama seudo-histórico de Guzmán el Bueno. Casi nadie seguía sus peripe– cias; el cautiverio de Guzmán el mozo, las pérfidas maquinaciones del Infante D. Juan , 1:1 amorosa exaltación de su hija, la caballeresca actitud del mo– ro Aben-Comat: el heroísmo del defensor de Tari– fa, en. vez de llegar á su punto á través de una acción rápida que no pusiese de bulto su aspecto inhumano, languidecía en el antagonismo irreducti– ble del deber patriótico sobrepuesto al amor paterno y opuesto al amor de madre; parecían, cruel la espo– sa, y el padre, atroz. El público suspiraba porque
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