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A. CAMPIÓN 269 incomparables ojos, ardientes cual si fuesen negros, y suaves porque eran azules. La excitación sensual, aguijoneada por la influen– cia de los vinos y los platos, mostrábanla en To– masha la soltura y abundancia de palabras, á la cual contribuía más que nada, acaso, la franquicia otorgada al baskuenze. Raimundo hasta entonces había supuesto que ella no era otra cosa sino un cuerpo hermoso sin alma, una estatua sin espíritu. La impasibilidad inexpresiva, efecto de las razones inhibitorias flotantes en el nuevo ambiente social, fundíase de súbito, y Raimundo marcaba sus des– cubrimientos en una serie de interiores exclama– ciones: "No es tonta! los sentidos se despiertan! es capaz de amar! cuánta inexperiencia de la vida! qué supina candidez!,, Palpaba el frío mármol y lo sentía convertirse en carne que exhala los efluvios . de la voluptuosidad, pero que asimismo se estre– mece con las corrientes del sentimiento. Él no bus– caba á la mujer, sino á la hembra. La inexperien– cia, la candidez..... buenas puertas de entrada! Que las partes nobles del alma después llorasen los extravíos de los instintos inferiores..... Y qué? To– masha mientras tanto sólo leía, en los ojos inten– samente expresivos de Raimundo, la lealtad y el amor! La cena fué servida muy de prisa, conforme al programa de Guzirako~La función teatral era un discreto artificio para cerrar el camino á·los exce– sos y subsiguientes escándalos. Ellas, más ó menos ligeras de cascos, eran muchachas honradas; ellos, los más insignes persigue sayas de Easópolis..... Una cena de varias horas, cómo impedir que de– generase en orgía, vivero de consecuencias desagra– dables y pasto de la maledicencia? Al sonar la se– ñal de levantarse de la mesa, la alegría, muy bulli– ciosa, no era reprensible aún.

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