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268 LA BELLAEASO rako, ó á Raimundo, que se desvivían por servirla. Arrimó el molusco á la boca; despedía agradable aroma marino, olor á marea baja..... Con menos re– celo se Jo metió en la boca: -¡Onen zikinkeriya!-exclamó, gritando y es– cupiendo nauseosamente al plato. La exclamación sonora de Tomasha atrajo la atención sobre ella. Los comensales, enterados del suceso, testigos de los visajes, se rieron mucho; los hombres, con la indulgencia que siempre prestan á los actos de las buenas mozas; las mujeres, con pun– zante burla, sedientas de tomar el desquite. A los oídos finos de Tomasha llegó ei aborrecible califi– cativo de "caserota!,, La corajina le llenó los ojos de lágrimas. Ah! no se repetiría el caso! tragaría cuanto entrase en su plato, aunque fuese eme pura! El disgusto pasó pronto, desvanecido por los ince– santes requiebros, por las ardorosas .frases de Rai– mundo, que le hablaba siempre en baskuenze. Sen– tía junto á la suya la pierna del galán, imprimién– dole acariciadores contactos, y otras veces la pre– sión del pie, de un pie pequeño y nervioso . Guzi– rako, al principio, quiso galantearla también; pero la atención de Tomasha quedó circunscrita á Rai:– mundo, cada vez más expresiva, cada vez más in– sinuante: del piropo, por gradación insensible, á la terneza . D. Juan Bautista hubo de resignarse á ob– sequiar á su vecina El Patriotismo, á la lozana y basta Cathalin, reservándose el papel de mentor de Tomasha, á quien paternalmente advertía de sus infracciones á las buenas maneras, si bebía sin fro– tarse los labios antes, ó tiraba al suelo los huesillos de las , aceitunas, ó derramaba las copas, ·ó untaba el pan sin tenedor en las salsas, ó hincaba los co– dos en la mesa. Y ella, porque las advertencias no sonaban á burla, ni en voz alta, se las agradecía re– compensándoselas con una mirada cariñosa ~e sus
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