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A. CAMPIÓN 263 chacho!-decía el exuberante Chicote,- eso se per- . dona en obsequi<? á la buena sombra!,, El bullicio de la calle anunció el regreso del cor– tejo, y todos volvieron á sus sitios de los balcones. D. Fernando de Lekuona y D. Víctor, cansados por su larga permanencia de pie, no se movieron de sus butacas. - Demonio de chico ese!-- dijo Lekuona;-lásti– ma!porque es listo, escribe bien..... mal camino..... se anula..... -Es mi contrariedad, mi espina! Si no fuese por esa absurda y ridícula chifladura, viviríamos en el cielo!Eso es cosa de los jesuitas..... ¿por qué le lle– vé yo á Deusto?-. contestaba D. Víctor, en voz muy baja. VIII La mayor parte de los forasteros, por los tran– vías y ferrocarriles había regresado á sus casas; mas como la g"entede los balcones bajó á las calles, la afluencia en éstas era enorme. Oíanse en todas partes risas y cantos; el motivo de la fiesta parecía haberse borrado; el aspecto de la muchedumbre se asemejaba al que. reviste cuando sale de la Plaza de toros. La misma noche, tempestuosa y tórrida, recordaba á las de Agosto. En las cercanías de Alaitasuna la concurrencia era tan espesa que la policía hubo de .abrir calle que permitiese la entrada al Círculo. Los grupos, alegres, aguardaban la venida de la comparsa orga– nizada por la famosa sociedad, en cuyos salones iban·á obsequiar á las muchachas con una cena, an– tes de llevarlas al Teatro, donde se celebraba una función patriótica. La gente se entretenía, durante la espera, en seguir las oscilaciones y las alternati-
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