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260 LA BELL\ EASO neando la cabeza y recorriendo con sus ojos el circulo entero de personas. Herrera de la Joyosa, el capitán de Estado Mayor, acentuando el almiba– ramiento de su sonrisa habitual pronunció la frase del acabóse. - -Yo hubiera dicho que las modas de Jayápolis preceden á las de París. Innumerables risitas de satisfacción premiaron á la ocurrencia, chispeante comentario paradógico de la verdad anotada por el diario boulevardier. A modo de ráfaga de viento penetró en el salón el teniente Vargas, con cara muy alegre, haciendo sonar el sable, distribuyendo apretones de mano. Luz se sobresa ltó; nadie se acordaba de Luis, ocul– to por la sombra del balcón. - Buena suerte la mía- dijo Vargas,-llego en el momento psicológicode los emparedados . Se acercó á la mesa y comenzó á devorar sand– wichs. Julia, con una sonrisa muy amable que ate– nuaba la dureza de su mirar y la altanería de su as– pecto, le presentó una taza de té, que Vargas acep– tó inclinándose. A los tres ó cuatro sorbos se son– rió y volvió la cabeza en todas direcciones, impri– miéndola leve cabeceo, como quien espera ó invita. Era de figura elegante y fin~. algo enteca, capaz de arrost rar el examen sostenido de las mujeres, sin desmerecer. Conchita y Julia le contemplaban con íntima simpatía, á través del condado de Montespe– so, nimbo de gloria sobre la cabeza, no ya de un segundón, sino de un cuarterón de casa grande. Hubo unos instantes silenciosos. Luz interrumpió su diálogo con Menéndez Velilla, que continuaba. acaparándola, muy á gusto de ella. - Ni me dicen ustedes nada, ni me saludan co– mo á héroe? Ni una flor siquiera eleesas que tan– to abund:rn aquí! No será por ignorancia; les su– pongo á ustedes sabedores del caso.....

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