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A. CAMl'IÓN 257 rriente tradicional de su historia, y restablecer el curso por los antiguos cauces, así á la muchacha, pasajeramente descarriada, era preciso devolverla á Ja tierra, al monte, al caserío, á la naturaleza que la formaron y nutrieron, reavivándole la conciencia de la dignidad personal, de la raza nativa y de la función conservadora y restauradora, propia de la clase social á que ella pertenecía. Las ideas, los sentimientos torbellineaban como una espiral de larvas, sin concretarse ni definirse del todo, en el cerebro y en el corazón de Luis. Ar– diente, impetuoso, entusiasta, no había salido del período de la juventud, en que las impresiones li– brescas y las artísticas fácilmente operan como de– terminantes de la:voluntad. Los estados de su alma no adquirían verdadera consistencia sino bajo la es– pecie literaria, pareciéndose á los revolucionarios franceses que vivieron vida hondamente personal, remedando á romanos y griegos. Aquella tempora– da el culebreo de sus lecturas le puso en contacto con Schopenhauer, cuyo pesimismo resbaló sobre la coraza de la salud, la riqueza y la edad; pero la "metafísica del amor,,, aislada del sistema, y su in– mortal comentario "Tristán é Iseo,,, de Wagner, hasta no poder más le impresionaron. El amor! as– tucia refinadísima de la natural eza, que exalta al in– dividuo, despliega ante sus ojos el horizonte mági– co de la felicidad personal, le pone á la mano los medios de conseguirla, y con todo ello le sacrifica implacable á las conveniencias de la anónima es– pecie. El amor! la más cruel é irónica de las ilusio– nes; fuerza avasalladora tremenda, ineluctable, que tritura y pulveriza; monstruosa prensadora de co– razones, á quienes estruja hasta exprimirles la últi– ma gota de sangre; pasión que ennoblece ó des– honra, que hace matar y morir ..... Eso era cl :1mor. Luis, por mil signos misterioso:;, se scnlia advcrti - H,
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