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250 LA BELLA EASO jirafas, de espalda á la calle, conversando con Chi– cote, lrncfan alarde ele no prestar atención al espec– táculo. Al oír los elogios de las amigas, Julia frun– ció los labios y Concha levantó los hombros des– preciativamente. Menéndez Velilla interrumpió su conversación con Luz para decir: - Yo hubiese suprimido ese número. No se com– pone con la gravedad de las circunstancias ..... Luz, con expresiva mirada, aprobó la observación del comandante de Ingenieros. - También lo ridículo hiere, habitúa á despre– ciar al enemigo-dijo sentenciosamente Moreno de la Sierra, disimuladamente irritado porque Menén– dez Velilla acaparaba á Luz. Los dos militares dife. rían por su tipo: regordete, cetrino, aquél; pálido, alto y de modales muy elegantes, éste. En el balcón de la esquina, Eugenio Larrarte, frunciendo la nariz acaballada, decía su opinión propia y la de los amigos: - Las comparsas de ellos me jor:oban; ellas son las interesantes. Oigo risas de mujer en el balcón que da á la calle: serán las criadas. Dime, Leonar– do, tú que sabes las mafias de la casa, por dónde se va á ese cuarto? ---Yo? qué he de saber!... Por elepronto habrás de atravesar el salón; qué dirán los que están? - Pensarán que voy al excusao: además, no ha– cen caso, están ellos y ellas. Eugenio, mientras sus amigos se reían y le cali– ficaban de "tipo,, y "de siempre el mismo,,, se plan– tó en el salón y tomó el camino de la puerta. Pero Luis, que adivinó sus designios y le profesaba anti– patía como á sus demás compañeros, por la cues– tión del nacionalismo, le paró los pies gritándole: - Vas en busca de la Nemeshi? No está; hoy le tocaba salir.

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