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A. CAMPIÓN 249 puesto detrás de Luz, no sin cerciorarse antes de que había militares que diesen conversación á las muchachas. De la Avenida, donde se prensaba la gente en las anchas aceras; de los balcones, donde casi se repro – ducían las apreturas de abajo, llegaba el inmenso rumor que la muchedumbre emocionada produce, como el mar que se encrespa y revuelve contra las peñas. Cabezas y brazos de los espectadores mo– víanse sin tregua, siguiendo y señalando á los obje– tos cautivadores de su curiosidad. Ahora sonaba la nota franca de la broma: un bullicio carnava lesco explayándose durante las primeras horas de la tar– de, antes que el vino le encanalle. La comparsa de salchichas , de todos tamaños y grosores, avanzaba, acompafiamiento de la carroza, descomunal morci– lla abierta por 1:1110 de sus extremos; el otro se rvía de bohordo á la bandera . de los Estados Unidos. De la morcilla salían, á ratos, algunos cuantos mam– bises, negros ó mulatos, puesto el rostro á la som– bra de jipijapas: fingían disparar sus carabinas y esgrimir sus machetes, pero al estampido del ca– ñoncito que detrás arrastraban los voluntarios de la Habana, agazapándose á guisa de conejos se re– fugiaban medrosicos en lo interior de la morcilla. El público callejero, muy predispuesto á favor de esa comparsa porque sus individuqs eran artesa– nos, aplaudía y reía mucho: las primeras .monedas comenzaron á caer en las bolsas petitorias . -Gracioso, verdad? - preguntó Luisita Olabe, muy animada por -el espectáculo. -Muchísimo, hija,-replicó la reina de las ardi– llas, luciendo al reírse los lindísimos dientecitos; -conociste á Simón, nuestro linternero? Era una de las salchichas más gordas, una salchicha france- sa con trufas ..... Qué salaos! _ La cuñada de Gali-Sancho y la emperatriz de las
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