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A. CAll\P IÓN 247 char el relato de Matilde, enarcó las cejas, meneó la cabeza, ensanchó los ojos. y dijo: - Ha visto usté? Lekuona. en el círculo de los señores graves, co– menzóá glosar la anécdota, hecho insignificante al parecer, sugestivo como los que citan los au– tores ingleses. Pero los gritos y exclamaciones de la calle, los acordes, aun lejanos, de la música, dela– taron la próxima aparición de la comitiva, y todos se abalanzaron á los balcones, riéndose del cuento de las abarkas. · - Voy á avisará Luis-dijo Luz recorriendo los grupos;-ignora lo del "Centro,,; yo ruego á uste– des que no hablen de ello..... es muy bueno, pero tiene esa chifladura! VII Luz se dirigió hacia las habitaciones de la parte zaguera. Entró en un dormitorio estucado, y por la · puerta lateral, levantando delicadamente el recio cortinaje que la cubría, se detuvo apoyándose en el marco, sin dejar de sostener el cortinaje que Je formó improvisado y elegante dosel. Luis, en uno de los ángulos tocaba al piano, con sordina, una músicamisteriosa y apasionada; sobre cierta reso– nancia grave y tenida batían levemente las alas unos acordes anhelosos; por encima de ese acom– pañamiento jadeante, la melodía, serena y triste á la vez, levantaba su vuelo, y después de elegantes vueltas de rondadora golondrina, bajaba sinuosa– mente al nivel primitivo, como ovillo de oro que manos hermosas de mujer, sin soltar el cabo del hilo, arrojan suavemente á tierra. La ejecución de Luis, imperfecta por su mecanismo,se realzabacon
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