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242 LA BELLAEASO ,,admirablemente en la zona intelectual indemne á ,,su locura; no m.e dejará mentir Don Quijote, que ,,Cervantes, glona de ustedes los españoles, trazó ,,con pluma de hombre científico á la moderna Ese baskongadismo, negación de la realidad actu~¡· únic~mente arraiga en cerebros visionarios, en men'. talidades incompletas. Apenas acabó la guerra civil sin pactos ni convenios, comprendí que nuestro ré~ gimen foral estaba herido de muerte; que nuestros privilegios y exenciones, tan beneficiosos, se los lle– vaban las herraduras del caballo de D. Carlos hui– do..... Quise faire la part du feu, salvar los orga– nismos forales, concertar los impuestos; me puse á la cabeza de los transigentes, contra los Sagarmina– gas románticos ..... En mal hora, diría, si la razón y mi conciencia enmudecieran! insultos, denuestos, calumnias, fueron mi cosecha..... No obstante, yo representaba el buen sentido. A Lekuona, de ordinario conciso, ese capitulode su vida pública le inspiraba largos parlamentos, en los cuales los suspicaces descubrían algo de excusa ó disculpa. Los señores graves le escuchaban con la paciencia á que tiene derecho entre burgueses respetables, enriquecidos por el comercio y el so– breprecio de terrenos, un senador del Reino, ex em– bajador y ex ministro, aunque les aburra á veces y no siempre le entiendan. Los nacionalistas signi– ficaban inadaptación al medio, resurgimiento in– oportuno que marca con nuevos estigmas á los adaptados, y eran, por tanto, antipáticos á Lekuona. Las muchachas, por conocer detalles auténticos del asalto, acosaban á los militares, pedían auténti– cos pormenores. -Ninguno .de ustedes estaba?-preguntó Cara– lampia Mendiluce, la más fea de todas ellas, siem– pre solícita de la atención masculina. Llevaba som– brero tirolés de fieltro verde aceituna, con estrepi~