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A. CAMPIÓN 239 cºirco taurino en bazar de ropas hechas, producían– se orotescos y chistosos anacronismos que los chi– quillosprimero, y después los grandes, reían con estrépito. Varios familiares y ómnibus y dos ó tres landós para las Aguras principales recorrieron las calles,atestados de muchachas que por las ventani– llas y portezuelas asomaban las joviales cabecitas, á menudo linda y extrañamente espolvoreadas de · blanco,azul ú oro. Los hombres, al pasar, las re– quebraban, y las risas de ellas se mezclaban al cas– cabeleode los caballos. El cielo, terso á la mañana, se había ido velando con un tinte lechoso; el calor era estival, efecto del viento sur suave, pero con repentinas bocanadas de horno que trasmitían violentas ondulaciones á las colgaduras y restallidos á las banderas y bandero– las, cuyas chillonas fajas, rojas y amarillas, se mo– vían como torrentosos arroyos . Los efluvios eléc– tricos del ambiente encalabr inaban los nervios. La impacienciase enseñoreaba del público; no se veía otra cosa, sino relojes en las manos. Al sonar las cinco, un ¡ah! ensanchó todos los pechos. Habían fijadoesa hora tardía para que el segundo recorri– do se efec!uase de noche y la luz artificial comple– tase el efecto de ciertas carrozas. A las cinco y cuar– to, un ramillete de voladores disparado en la Plaza de Toros anunció que la comitiva se ponía en mar– cha. El público aplaudió y se repitió el ¡ah! de com– placencia, más intenso y sonoro. De unas aceras á otras corrieron gentes, cambiando de sitio; hubo empujones y remolinos por ocupa r la prirnem fila, con acompaliamiento de disputas, protestas y pala– brotas castellanas. Diez ó doce lavanderas de Lo– yola con sus gizones, que sostenían fos paraguas apretando el brazo, el puño abajo, delante y arriba la contera. amenaza inminente á ojos y narices, for– maban piña que ninguna oleada de la muchedum-
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