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238 LA BELLAEASO El conserje, cuando se retiraron los militares. oi– ró ~n torno del salón principal u~a !11iradadespa– vorida: el suelo era una balsa de ltqu1dospringosos un estercolero de cachitos de loza, mármol. porce~ lana, cristal, madera, papel, cuero, tela..... Se diri– gió hacia el balcón y pisó un objeto duro, redondo, que se corría bajo la presión del pie: el puño y tro– zo superior de un bastón de mando, quebrado de un golpe. Se lo guardó en el bolsillo, sin darse cuenta de ello, y cerró el balcón por no oir los gri– tos de ¡Viva España!, qu~ le causaban miedo. VI La alegre.ciudad, después del paseo consuetudi– nario por el bule, á los acordes de la banda muni– cipal que derrochó patriotismo en potpourris de aires nacionales, marcha de C~diz y "Habanera de Weyler,,, invadió por la tarde los paseos, las calles, las cervecerías, sidrerías y cafés, y comenzaron las gentes á ocupar posiciones en la carrera que había de seguir la comitiva, cuyo punto de reunión y arranque era la Plaza de Toros . La población, por la índole de la Resta, tenía cierto aspecto de carna– val: cuadrillas de chicos alborotadores, al acecho de los comparsas que acudían á la cita, no cesaban en su movimiento de lanzadera y encarrilaban la cu– riosidad pública. Los comparsa~, con gabanes, ca– pas y blusas, procuraban ocultar su respectivo dis– fraz, para que no se desflorase el efecto, pero siem– pre quedaba parte visible. Y como los sombreros, gorros, diademas, coronas, botas, zapatos y sanda– lias correspondientes al disfraz no era posible ocul– tarlos ni substituirlos momentáneamente por otras prendas de uso corriente, so pena de convertir al

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