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A. CAMPIÓN 233 aritaron varios manifestantes airados. Uno de los ~abos contestó: "Señores, es la bandera de Gipuz– koa y de las otras provincias; ellos no tienen otra; ya conocen ustedes su chifladura; han cumplido á su modo. Prosigamos aclelante;no haya disturbios.,, Los descontentos se oponían, pero la banda, me– tiéndose por una calle transversal, arrastró á la multitud.-"Extraordinario al El Eco de Gipus– koa; Eco de Gipuskoaa extraordinario .....,,-vo– cearonmuchos chiquillos, invadiendo la calle. Y los manifestantes, hirviendo en ansias de noticias, se olvidaronde lo demás por adquirir el papelito blan– co, hasta con puñetazos disputado, y por este epi– sodio no observó nadie q.ue el conserje del "Cen– tro Euzkeldun,, izó la bandera, pero á media asta. El corresponsal madrileño de El Eco de Guipzíz– coa trasmitía la noticia, publicada en el Heraldo, de que la escuadra de Montojo había obtenido una im– portante victoria. El público prorrumpió en vivas á la Marina; sombreros y boinas volaron por el aire; los silbidos redoblaron su estridencia; el bombo y los platillos competían con el tumulto popular. Abrazábansemuchos; repetíanse frases arrogantes, aprendidas en los periódicos de la víspera, comen– taristas del telegrama: "salgo á tomar posiciones, á esperar al enemigo,,. No había de vencer el hom– bre de semejante sobriedad espartana? La inquie– tud que había producido á los impresionables el bombardeo de Matanzas, disipábase por completo. A estas horas la escuadra de Dewey, hundida en la bahía de Manila, atestiguaba el invencible herbísmo español: la jornada de Lepanto remanecía. La.Mar– cha de Cádiz que los jadeantes instrumentos ento– naban, traía á plazo fijo su correspondiente ¡Viva España! La muchedumbre, cual manada de potros que entra en la dehesa, calles arriba, calles abajo, con la banda á la cabeza, alborotaba á la ciudad.

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