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232 LA BELLAEASÓ izó la bandera española, á quien saludaron la Mar– cha real y ensordecedores viv.as . El "Club de Re– gatas,,, desde su edificio próximo, contestó enarbo– lando la bandera de la matrícula local y quemando ocho baterías de voladores. La concurrencia era extraordinaria; los grupos, á empellones se abrían paso; los chiquillos, dando y recibiendo encontronazos, ocasión de quejas y pro– testas, dificultaban la marcha y destemplaban, aun más, el barullo con sus voces agudas; las mucha– chas, sonr ientes, provocaban á los hombres con sus saludos é incesante mariposeo . Por fatiga de los instrumentistas predominaban los platillos y bom– bo de la banda. La ola humana lentamente reco– rría la población. A su paso los balcones inflama– ban el aire con las tiras amarillas y rojas de las col– gaduras, y eran los colores de la sangre y el oro, elementos capitales de la guerra, á modo de presa– gio de la victoria. En las calles estrechas de la vie– ja Easo, el estruendo de los pasos, las exclamacio– nes, los vítores, las notas rajantes del metal, centu– plicaban su sonor idad; las gentes del país denota– ban su júbilo y entusiasmo, á gritos; las de fuera, á silbidos. Al desembocar en la plaza de Lafuente se pro– dujo un enorme remolino. Los cabos de la mani– festación pugnaban por seguir adelante; varios gru– pos, al revés, por detenerse. La banda se detuvo y la multitud á una. Todas las cabezas miraban al balcón corrido y cerrado del "Centro Euzkeldun,,. Un rumor sordo de disgusto, de protesta, tomaba cuerpo á medida que el tiempo transcur ría sin que el balcón se abriese:- "¡La bandera! colgaduras!,, - profirió una voz;-"la bandera!,,, corearon otras mil. El balcón se abrió y apareció el conserje, con una bandera blanca, roja y verde, enrollada.-" Qué trapo es ese? fuera! venga la bandera española!,,-