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A. CA 1\1PIÓN 2.31 rio. La luz esplendente del sol, los aromas prima– verales del aire, la tranquilidad del mar, que á la de manso río sobrepujaba, predisponían el ánimo á Jasemociones halagüeñas. Los primeros grupos se echaron á la calle, tras de la banda, coreando des– compasadamente el ¡Viva España! de la Marcha de Cádiz. Las muchachas, por la sugestión del ritmo chulapesco, desfilaban meneando las caderas y la c:ibeza, como bailarinas ele teatro. Algunos se dete– nían á leer la alocución del Alcalde, ó el enorme cartel, amarillo y rojo, donde se anunciaba la "Gran fiesta patriótica=Cuestación pública para el fomen– to de la Marina y sostenimiento de los gastos de guerra,,, y en seguida, á escape, se incorporaban á los grupos de la banda, por momentos más com– pactos. Al pasar por delante del consulado francés, se abrieron los balcones y salió el canciller con la bandera trfcolor, izándola detrás del escudo. Banda y multitud se detuvieron. Sonaron aplausos y víto– res á las "dos naciones hermanas,,. "La bella lzu– run,, entonó la Marsellesa, desbordándose frenéti– camente el entusiasmo; algunas personas tímidas echaron á correr, y media docena de balcones se cerraron con estrépito de cristales. Los republica– nos se miraban entre sí muy ufanos, sonriéndose; alguno de ellos gritó ¡Viva la República!; el grito quedó ahogado bajo unánimes protestas. "Hoy sólo se grita ¡Viva España!,,, recetaron, á modo de con– signia, los cabos de la manifestación. Un caballero de ancha, luenga y canosa barba se acercó á los re– publicanos, y guiñándoles el ojo, dijo: "Eso, des – pués, si la monarquía, como es de temer, nos lleva al desastre .....,, El canciller saludó y la manifesta- . ción improvisada se puso en movimiento, de nue– vo, para plantarse bajo los balcones de La bella Easo, que los criados, apresuradamente, estaban cu– briendo de colgaduras. Londaiz, el conserje, sacó é
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