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A. CAMPIÓN 229 y el "no me da la gana de subir al carro,,, se la no– tificaron á la Junta central. Mientras estaba pendiente la aceptación condicio– nal de andre joshepa, los del "Club oceánico,, ofre– cieron á Guadalupe el papel de "Reina de las Per– las,,, figura culminante del aquarium. En el trono bivalvode una ostra entreabierta, centro de una gru– ta misteriosa, visible al través de aguas cerúleas y verdosas, á la luz de espumas fosforescentes, reci– biría el homenaje del mundo submarino, mientras un fonógrafo, impresionado en Bayreuth, diestra– mente ocult'o entre las peñas, dejaría oír el himno al oro de las hijas del Rhin. Guadalupe, imprevista y liberalmente desagraviada, retornó con mayor vehemencia á los entusiasmos de antaño, y el con– sentimiento de andre J oshepa se redondeó. Guzirako, tras de la cortina, celebraba el éxito de su pericia diplomática, recreándose ante el hori– zonte, limpio ya de obstáculos. Pero el día que se probó Tomasha el traje de "bella Easo·,,, muy lin– do, y que según el testimonio del espejo, varias ve– ces requerido, la favorecía mucho, se negó á calzar las sandalias, que á ella se le antojaban disonancia, remate absurdo que deslucía al conjunto . Exigió las botas doradas de casa de Itarte. Ostolaza procuró hacerle entender qué cosa es anacronismo; pero Tomasha se estaba en sus trece de que el traje, aun– que antiguo, iba á llevarse ahora:-"antes no ha– bría esas botas, sino, ya habrían pues to aquellas, cuando se andaban elegantes: por qué, teniendo, he– mos de dejar?,,-replicaba, á guisa de argumento Aquiles: Aquiles para Tomasha, porque ningún otro la vulneraba. Raimundo intentó picar la vanidad de la muchacha, diciéndole que sus pies, de bella forma, lucirían en las sandalias, pero que embuti– dos en las botas, ostentarían sólo su tamaño, el cual, por la estatura de ella y la libertad con que los ha-

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