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228 LA BELLAEA.SO lujo, la elegancia, que iban á salir á la calle; calculá·· banse los miles de duros de la cuestación pública· descontábanse, á tipos muy altos, las explosione~ del entusiasmo y la afluencia de los forasteros. El aplauso, la aprobación, eran unánimes . Aun á los so– cialistas de la taberna les arrastraba la corriente caudal del españolismo. La entereza de andre Jo– shepa comenzó á desmoronarse por la operación del medio ambiente . Coadyuvar á la fiesta, lo com– prendía al fin, era acto meritorio. La Egilaz le envió un recadito de atención; las compañeras de taller figuraban en las comparsas y carrozas. Cómo tolerar que Toma sha, á quien se reservaba papel tan principal que todas las mucha– chas envidiarían, se abstuviese? Negarse era un de– saire á la propia maestra; ella guardaría las consi– deraciones que á ella le guardasen; quién le man– daba molestarse desbastando á una rústica? poner can~amable á gente desagradecida? Por la noche bajó D.ª Constancita é insistió y agravó con sus glosas la conminación de la Egilaz. Andre Jo shepa, después de una resistencia formularia, concedió el permiso bajo una condición: que Guadalupe, asi– mismo. tomase parte en la fiesta. D.ª Constancita lo prometió solemnemente. , Lo prometió, ignorando si podría cumplir . Por– que los entusiasmos ele primera hora se evapora– ron al enterarse Guadalupe de que, tanto ella cuanto Luchi eran dos figuras ele segundo término en la carroza "La bella Easo,,. Guadalupe simboli– zaba "El Placer ,, con una copa en la mano, y la be· lla Easo, volviéndose hacia "El Patriotismo,, , toma– ba de éste la espada que le ofrecía. "Todo han he– cho esos- pensaba Guadalupe-pa que se Jusca la Tomasota; y yo. su camarera,' ó así, pa que me pe– gue el ostiko? Tontos. ó qué, son aquellos?,, La corajina fué tremenda: lágrimas, ataques de nervios
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