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A. CA!\\P IÓN ?"' – _¿ I viantadoel amor propio de muchos, especialmente entre las mujeres; y las rivalidades, celos, resenti – mientos, agravios y envidias c¡uepor clientela, éxi– tos profesionales, competencia en el bien vestir, no– vios y hermosura, subían, desde el fondo del disi– mulo habitual, á la superficie. Guzirako, con tira y afloja.palmaditas y alisadura, agua en el vino, gra– sas lubricantes, genio jovial continuo, á prueba de mohínas y respingos, y piedrecitas de entereza de vez en cuando, desarrugó los entrecejos , endulzó las hieles y resucitó las sonrisas. El cachalote de Elosegi, admirado, solía decir: "Este hombre es una barbaridad de diplomasia; le deja atrás á Vega Armijoy así.,, La cooperación de la Tomasha fué uno de los ne– gociosmás arduos de aquella especialísima Secre– taría de Estado. A las primeras insinuaciones de D.• Constancita, andre J oshepa se mostró perpleja. Pero cuando le enseñaron la acuarela, pensando echar la última gota á un vaso rebosante , el traje, para eíla extraño, y las desnudeces de la figura la ofuscaron, y la aldeana intonsa, substratum, recu– bierto por capas allegadizas, de su personalidad mo– ral, reapareció inesperadamente. Cuantas veces le hablaban de ello apretaba los labios, fruncía el en– trecejo, pintábase en el rostro un propósito obsti– nado que no discute ni amaina, y con un "no,, seco, rajante, desahuciaba á los gestionadores. Pero la fiesta patriótica había ido adquiriendo las proporciones de suceso granado que completamen– te absorbe la atención de un pueblo entero. Com-· prendió andre Joshepa que lo que se había imagi– nado ella capricho insubstancial, singularidad de se– ñoritos á caza de diversiones- icon qué fin, Dios lo sabía!-era cosa muy seria, muy formal, donde las personas de más viso y las colectividades más fa– mosas ponían mano. Comentábanse el rumbo, el

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