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222 LA BELLAEASO La acometividad belicosa, sin freno, borraba las fr_onteras ~e.la eda~. de la profesión y de las opi– niones poht1cas: heroes de las Termopilas vendían b~calao en l_osmostradores de ~lt~~marinos. El pa– c1ft~moera impopular . ~a med1ac1on ofrecida por Leen XIII produ¡o el milagro de que coincidiesen clericales y anticlericales. La tarde que Tomás Elo– segi repitió en la mesa de los "perros sabios,, la frase que le acababa de oír á juan Ormazabal, uno de los conspicuos de la extrema derecha católica: "careceríamos de vergüenza los españoles si nos cobijásemos bajo la sotana de un cura,,, provocó una explosión de entusiasmo; la cual se reprodujo al día siguiente cuando corrió un número de La Es– coba carlista proponiendo el arrasamiento de la isla de Cuba, la degollina de la población filibustera, "matará las yeguas para que no nazcan potros,,, y el desembarco del ejército en La Florida. J uanito Insausti, aborrecedor de los carlistas, pero bien pre– dispuesto por el manifiesto de D. Carlos empujan– do á la Regencia á declarar la guerra, exdamó que ansiaba encontrarse á un carcunda para abrazarle. El comentario periodístico á la noticia telegráficade haber zarpado la escuadra americana con rumbo á la Habana, "no nos importa ,,, fué frase de moda durante un par de días. El general Pomés, aturbo– nado y pensativo, no desplegaba los labios sino pa– ra decir: "Me acuerdo ele los franchutes: á Berlín, á Berlín! Quién lleva la voz cantante? la baladrona– da ó el heroísmo?,, Cesó de concurrirá la tertulia. La belicosidad, naturalmente, se maridaba con el optimismo. A pesar de que éste, avasallador, á to– dos y todo se sobreponía, dispuesto á replicar con el ultraje y las piedras del arroyo á quien pusiera en tela de juicio la indiscutible victoria, ó meditara, ante los riesgos de la tremenda aventura, recomen– dando dolorosas transacciones que los evitaran, un