BCC00R49-5-16-1700000000000000410
A. C,\M PI ÓN 215 rr r La entrada de Guzirako y de Raimundo Ostola– za produjo en el taller una honda emoción: sorpre– sa, curiosidad, traducidas en un choque de miradas, en un casi imperceptible estremecimiento que reco– rrió el amplio semicírculo de las costureras. - Tanto de bueno!-exclamó la Egilaz, levan– tándose, no menos sorprendida. Guzirako y ella se saludaron muy afectuosamen– te, como antiguos amigos que poseen un acervo de recuerdos halagüefios. Guzirako se volvió hacia las chicas: - Señoritas - dijo- dispensen que no me descu– bra; soy viejo, es desir, calvo ..... Cuento con tu per– miso- añadió, dirigiéndose á la Egilaz. El "tú,, reavivó la emoción del taller. - Sí, chico!-respondió ella;-entre frailes y sol– dados ..... sabido! El "chico,,, hizo subir el nivel de la emoción rei– nante. Guzirako, sonriéndose maliciosamente, prosiguió: - Ese refrán lo sé yo con palabras más expre– sivas..... lo suelto? La Egilaz rompió á reir, y con el reverso de la mano derecha dió á Guzirako un levísimo bofetón junto á la oreja : -Chúpate ese belarrondoko: ¡siempre tú sin sustansia! Las muchachas tornaron á mirarse; la brisa rizó, de nuevo, la superficie del estanque, aparentemen – te tranquilo. - Caballero - dijo la Egilaz á Ostolaza-puede usted cubrirse también. El arquitecto, que se entretenía en pasar revista
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz