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, 214 LA BELLA EASO Tomasha se calló; fué como si una corriente de aíre frío rebajara de repente una temperatura pri– maveral. Daba mil vueltas á la noticia de Eulooia al comentario de Lucía. º ' Siguiendo el hilo de sus cavilaciones, al verse so– la con Guadalupe en la escalera de casa, dijo: -No pensaba que los hombres de aquí, como dise Eulogi, andan. Guadalupe se echó á reir . -Aumenta, pero no le falta rasón..... La gente artesana está muy perdida, es muy gastadora..... A desir verdad, la suerte que puede tener una de nuestra clase, es que se enamore de ella un sefio– rito, con buen fin, porque esos, naturalmente, co– rren como el gato tras los ratones..... En nuestra clase suele haber chicas muy guapas; alguna ves los señoritos se enamoran de veras..... Señorito desinteresao, el que se casa con una pobre; ese, ese es la flor del mundo . Guadalupe pensaba en Leonardo; aun estaba por averiguar si era gato ó flor. - De esos que tú dises no se verán muchos ..... - se atrevió á preguntar Tomasha, afrontando las · probables pullas de su amiga . -Vamos. ya piensas tú que cogerás ..... ¡Claro, tan hermosa, ó tú, ó nadie! Ja, ja, ja! Pocos, pocos ... pero algunos, sí, conosco yo..... A que 1io conoses tú ningún casero rico que se ha casao con mujer pobre? Tomasha tardó en conciliar el sueño. Barajaba las palabras de Eulogia, Lucía y Guadalupe; las prensaba para exprimirles la significación más re– cóndita. Tras de innumerables rodeos venía siem– pre á dar en el mismo pensamiento: "por qué no ha de enamorarse de mí un sefiorito para quien los duros de mi padre equivalgan á un puñado de cuartos?,, ·

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