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208 LA BELLAEASO riciaba las frentes. Algunos muchachos de buen hu– mor que las cortejaban, solían decir entre ellos: "ahí vienen la sosina y la salina,,, ó más á menudo en baskuenze, gazi-geza. ' Tomasha estaba pendiente de Guadalupe, ama– ble y vigilante piloto en aque l piélago misteriosode la ciudad, donde á deshora la habían botado á na– vegar. Cuántas y cuántas veces una discreta adver– tencia evitó la encalladura en el ridículo y el subsi– guiente epíteto de "case rota ,,, que con tan maligna facilidad prodigaban las amigas, al atisbo de inco– rrecciones! Ahí estaba la pobre Catalina que, por carecer de mentor, no había logrado urbanizarse del todo, tras diez y ocho meses l~rgos de ciudada– nía. Campesinas trasplantadas ambas, simpatizaron mucho al principio, pero la razón de vecindad fe– lizmente la puso en contacto inmediato y continuo con Guadalupe . Ésta comenzó por prestará Toma– sha un servicio insigne, inolvidable: vestida primo– rosamente, según los cánones del taller de la Dolo– res, modista elegantísima, la cual se dignó poner mano en ello por complacer á su oficiala y contri– buir al lucimiento de la hermosura recién venida. No cabían grandes cosas, claro es: el presupues– to era módico, reciente el luto. La ciudad dió en– tonces su primera embestida al caserío; en vez del luto riguroso, conforme al uso rural, mil ingeniosas atenuaciones templaron ese rigorismo. El traje de luto se convirtió en traje negro. La noche que To– masha se contempló en la hermosa luna biselada del saloncito de "pruebas ,,, vistiendo cuerpo-blusa de mangas ligeramente huecas en los hombros y plastrón plegado, imitación terciopelo, guarnecido por tiras de pasamanería que se prolongaban, saya abajo, dibujando un delantal; cuando se abrochó por encima de la blusa la chaquetilla de paño enta– llada, con adornos imitación raso que trazaban ca-
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