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A. CAMPIÓN 205 deniorante,la nota despreciativa, aceptada con iner– ciabt,orreguil por ella; cifra de la rustiqueza, tosque– dad é inelegancia que el nuevo modo de vivir repe– lían. Nunca se le ocurrió erguirse frente á las bur– lonas y replicarles: "Casera, sí; á mucha honra! Prefierolas caseras que se ajustan á la condición dondeDios las puso, á los remedos de señorita di– bujadospor la envidia!,, De tanto y tanto oir bur – larsedel caserío, y equiparar á sus moradores á bestiasde labor, llegó á imaginarse que el menos– precioera merecido. Cómo no, si cuanto le sugería nuevosanhelos y le ofrecía imprevistos placeres, si laeleganciade los trajes y de las viviendas, la am– plitud y limpieza de las calles, la variedad y peren– nidadde las diversiones, el porte y ocupación de las personas, si las cosas y los hechos que Je im– presionabanlos sentidos y le cautivaban la inrngi– nación virge1i,hacían añicos el marco en que estu- . voencerrada la anterior vida incolora? El amor propio de Tomasha era el de su raza, es decir, grande;la iniciación de las amigas, por la forma burlona, centuplicaba su eficacia. Comparaba las calles, dos y tres veces barridas y regadas, á los sinuosos vericuetos de su valle, di– luidosen fango durante ocho meses; los enarena – dos paseos y las canastillas de vistosas flores en parques y jardines, á los pedruscos, zarzales y mon– tones de fiemo en los campos; los alegres mirado– res, los brillantes portales de las casas, con sus pinturas,mármoles y vidrieras, á las desvencijadas ventanucas y destartalados zaguanes de los case– ríos; los suelos relucientes, de tarima ó ladrillos de color, á los suelos emplastados de boñiga, hojas de maíz y manojos de hierba; los refajos y chaquetas de faena, con su alternancia de rasgones y peta– chos, á los trajes de paseo ó visita; las i1ochescam– pesinas, oscuras, tristes, monótonas, á la irradia-
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