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Á. CAMPIÓN ¡99 plo. Pero ella! además del defecto de ser corta de busto, adolece de otro que yo estimo capital: sus muñecasson tres veces más gruesas que las mías, sus manos enormes, sus pies enormísimos: es un verdadero plantígrado. Antes no me fijaba en esas cosas, por la costumbre de ver siempre lo mismo. En la Escuela de Arquitectura me pervirtieron; aprendí á ser exigente cuando salíamos los compa– ñeros los días de lluvia á contemp lar los bajos pri– morosos de aquellas madrileñitas primorosamente calzadas! Callóse durante algunos segundos, y como repli– cando á una cavilación íntima, añadió: -No·tjuiero líos, no; no quiero líos. La expresión de Raimundo cambió por comple– to. Apagóse el fuego, disipóse el magnetismo, la fuerza radiante de su persona: un hombre frío, calculador, egoísta, ocupaba la escena. -Os lo he dicho mil veces; como arquitecto y como hombre detesto las inauguraciones ..... La be– lla Easo acaba de llegar del caserío ..... Riéronse todos, y especialmente Guzirako. - No sea usté bobo- dijo éste;- en todas partes cuesen habas! Sierras cosas forman parte de la ino– sensia de los campos. A propósito, oiga un cuen– to que me contaron en el país basko-fransés, hase afios. Hay allí una comarca muy sélebre por las nodrisas solteras que produse. El hijo de un india– no muy rico, muy rico, quería contraer matrimo– nio, pero desconfiaba de las chicas del país. Un día cogió la escopeta y se metió bosques arriba; en la sima de un monte vió una cabaña, y de ella salió al poco rato una guapísima muchacha ... la bella Easo de allí!. . yo no sé describir como Raimundo... El casador, después de unos piropos, le dijo: "Yo me casaría contigo!,,-"Qué cosa es casar?,,, preguntó la chica, abriendo los ojos y la boca, como si vería
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