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PRÓLOGO En fecha aun no lejana presentaba Guipúzcoa, con legítimo orgullo, una estadística criminal alta– mente favorable para ella. Ocurría un homicidio ca– da seis ó siete años, y tal era el horror producido por el hecho, que durante días y meses no se hablaba de otra cosa. No pasa ahora semana sin que la odiada navaja ó el arma de fuego ocasionen víctimas. Lo ·peor es que nos vamos acostumbrando á semejante estado de cosas, por lo mismo que los crímenes van menudeando. Indicio evidentísimo de alarmante re– troceso. Que el alcohol entra por mucho en la frecuencia de los delitos indicados, lo reconoce todo el mundo; y sin embargo, por curioso fenómeno de aberración ó de ligereza intel~ctual,el Estado, la Provincia y los municipios extreman sus esfuerzos para que el consumo de vino sea el mayor posible!! ¿Qué im– portan, al parecer, ni los crímenes ni la destruc– ción de la raza? El Estado desgrava el género para que se beba más; la Provincia . y los municipios desean en cambiomucha recaudación, es decir, que se beba también en abundancia. Las personas que en sí mismas, es decir, en su imaginación,en su inteligencia, en sus hábitos de pensar y estudiar no encuentran la distracción ape– tecida, buscan instintivamente algo exterior á ellas que las entretenga. Impotentes para la autoexcita– ción les es indispensable c¡ue otros les diviertan. De esta categoría de gentes se compone la gran mayoría de la colonia forastera que el interior, y en particular el profundamente intelectual Madrid, nos envía cada año. Al ·1adode sportmans de diferentes clases, y al lado de elegantes de varias cataduras, se ven en los

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