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i82 LA BELLA EASO atrocidades que fué soltando Insausti y que ni or– ganista le sacaban de quicio. Perico Santurce, del brazo de su criado, pasó por delante de la mesa dando pasos titubeantes é incoherentes . El cachalote, á media voz, dijo: "á ése lo mismo le joroban las conversaciones de cu– ras que las de la Marina,,. El banquero Barkaizte– gi, arrimando su boca al oído del general, murmu– ró: "¡Cuántas burradas ensarta el bueno de juani– to!,, La puerta de uno de los gabinetes se abrió es– trepitosamente y salió un sei'ior dando un tremen– do portazo. Los "perros sabios,,, al estrépito, volvieron la cabeza. -ilnchaurro ndo!-exclamó Ramón Artola. - Hombr e!-preguntó Barkaiztegi;- sabe alguno de ustedes lo que se trama? - Por qué? -Me llamó la atención el personal que he visto acudir al saloncito rojo! lnchaurrondo que acaba de salir, no de buen talante; D. Víctor Alzaga, el veterano D. Hipólito González, Arrupe , ·Makazaga, Unclabeitia, la plana mayor de la concentración li– beral, nuestro i1is1gne é insustituible Guzirako..... Qué pito toca entre ellos D. Víctor, conservador disidente? Yel mismo l nchaurronclo, federal, opues– to siempre á cualquiera inteligencia con los monár– quicos?..... - Es raro! Nada sabemos. La tertulia se explayó por el terreno de las hipó– tesis, de las suposiciones..... Cuando más engolfa– dos estaban los "perros sabios,,, entró riéndose en el salón Luis Alzaga. - ¡Ola, pollo!-Je gritó Iturria;-buen humor gas– ta! Asérquese, á ver si me lo comunica; buena fal– ta me hase. - No he de reirme?-replicó Alzaga;- he oído
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