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180 L\ BELLA Er\SO recoger las ondas sonoras ; niin1ncloseunos á otros sonr iendo é impacientes, aguardaban el moment~ enloquecedor y delirante, el vítor á compás y plazo fijo. Cuánto tardaba! cuán lentamente se sucedían las notas vivarachas! Por fin se hizo inminente el pasaje, y adelantándose al piano que momentosdes– pués iba á atacarlo, estalló la exclamación rítmica: -Vi-va Es-pa-ña! cubierta de aplausos. -Esa gente no nos conoce, no tiene ni idea de lo que somos nosotros,- peroraba un caballero en el centro de un grupo compacto.- Han leído uste– des lo que hoy cuentan las correspondencias de Nueva York? A la negativa de varios, el caballero sacó del bol– sillo el ejemplar de un fa1~10so rotativo y señaló con el dedo unas lineas: -En el campamento de.....-dijo,- - no sé cómo se pronuncian estos malditos nombres ingleses, se halla acampada la golfería neoyorkina; pues bien, esa chusma está aprendiendo á hacer el ejercicio, á maniobrar ..... Saben ustedes con qué, señores? No lo adivinan en mil años: con palos de escoba! La estupefacción fué general, seguida de punzan– te rechifla, y luego ele indignación amargüísima. Aquello e:-a un insulto soez, un ultraje canailesco que un mar de sangre no lavaría. "Con esas armas esperan vencernos?,,. preguntaron varias voces. "Mentira parece!,,, comentaron otras, expresando indignado asombro. -Y lo es- replicó una voz clara y simpática, des– de una mesa. Restablecióse el silencio; todas las caras se vol– vieron ·hacia el interruptor. Era un caballero de as– pecto muy fino, que se atusaba la barbita rubia y puntiaguda, bastante canosa ya. -N o me miren ustedes así- añadió sonriéndose; -no soy ningún fenómeno. Ciertas cosa~ no se

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