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i>RÓLOGÓ XXI que constituye un atractivo más para la colQnia ve– raniega, sufre en momentos y sitios dados alarman – tes eclipses. ¿Quién no recuerd a la admirable compostura del público que en teatros y circos llena las localidades altas? Hoy en día no es tan excepcional que los gri– tos, las interjecciones y las groserías de lenguaje im– pidan á los demás espectadores, durante largos ratos, seguir debidamente la representación. He visto yo mismo en una ocasión grupos de .chicuelos mal educados, hijos de la localidad, reírse á voces de las personas que pasaban por La Con– cha; y ¿quién r.o sabe que en determinada línea fé– rrea, algunos días de romería es punto menos que imposible ir á toda persona culta? La prensa local ha dado la voz de alarma y ha pedido que se des– truya el germen de ese fermento, peligrosísimo pa– ra la vida misma material de la ciudad, pero no in– siste lo necesario. El fenómeno no es, en cierto mo– do, más que un caso particular y circunscrito á una localidad, de la ley en virtud de la cual cuando una sociedad que ha trabajado se enriquece y se dedi– c.a al buen vivir, está expuesta á la invasión de otra raza cualquiera, inculta, pero fuei:te y de voluntad acentuada. La depresión de energías internas es un centro al cual afluye el aire de las altas presiones. Ahora bien, las energías de San Sebastián empie– zan á decaer por razones que en seguida indicaré; no hay observador imparcial que no lo vea. Auto– ridades y particulares, todos debemos preocupar– nos de atajar esa invasión de incultura y grosería, sin cejar ni un momento y con verdadero empeño. De no hacerlo así, San Sebastián sufrirá las conse– cuencias antes de muchos años. El síntoma, hoy curable, podrá convertirse en grave dolencia si se deja que la infección se prnpague libremente.

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