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A. CAMPIÓN 177 ciones. El grupo épico de los ~i'i_ejos triunfos, San Quintín, Lepanto, Oturnba, Ba il e_n, recorría las ca– lles. Entre las pescadas de abade¡o y los paquetes de fideos, los horteras ponderaban las gnrras y me– lenasdel león ibérico, prólogo del desastre decla– mado por la jac tancia y la impr evisió n. Los salones de La bella Easo apenas podían contener ios grupos de comentnristas, soliviantados por las noticias, ardorosas y entusiastas, de la pren– sa. Era preciso aguzar mucho el oído para percibir · algunadisonancia bajo el uní sono bélico y optimis– ta. El úni co que al parecer no compartía la emo– ción do111inm11e, era el genera l Pomés. Enl'rascába– se m:ís y más en sus aventuras y desventur as de soldado viejo, y rehuí a palmariamente hablar de los sucesos. Su auditorio le prestaba atención me– nos sostenida; pero nunca falt(lban dos ó tres tertu – lianos que Je escuchasen de veras, entre ell os Pan – taleón lturria. La conversación tocó el punto de las bajas de los insurrectos , cuya suma se leía en alguno de los ro– tativos. Preguntaban· los tertulianos: " Cómo no se ha concluido la guerra? Por qué no se concluye?,,, y el general indirectamente contestó refiriendo anéc– dotas de la insurrección carlista del año 47. · - Íbamos á sorprend er al cabecilla D. José Bor– gesque ocupaba el Mas de Rornanils. Dcsob ede– ci6ndome la vanguardia hi zo ruego, y el cabecilla, prevenido, se retiró ordenadamente . El que man– daba la columna tocó alto y no avancé más. Tenía instrucciones del jefe de no empeñar la acción. Era tan cínico, que repetía: "La facción es una cabra; si la matamos nos quedamos sin leche.,, Mamó en grande. Era como el perro del hortelano. Despu és de tan singu lar batalla me dijo, el que la dirigió sin verla, redactase yo el parte: "Ponga ustecl al ene– migo 20 muertos.,,-" H an sido dos,,-repliqué.- 1s

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