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176 LA BELLAEASO tas direcciones cual la metralla de una granada que explota. Las calles resonaron con el penetrante vo– ceo de las gargantas infantiles: La Corresponden– siaa, Liberooo, H eraldoo, ...parsiaal, El Paiis y comenzaron el chicheo desde los portales, las p~~ radas en las aceras, las manos y brazos tendidos,el restallo de los papeles que se desdoblan. Sobre las ágiles piernas de los granujillas, la cultura, la civili– zación, el progreso á perra chica, corrían más que el gamo, y en cosa de media hora estaban distri– buidos por la ciudad entera. Las hojas blancas tiz– nadas de negro subían á la buhardilla, bajaban al sótano, se instalaban en la pringosa mesa de café, en el tocador de la barbería, et mostrador del ten– dero, el bufete del hpmbre de negocios y de estu– dio, el boudoir de la señora, los bancos del paseo· público..... Reinaban efímeramente , nuevos Césa– res, hasta que los recogía la cloaca. Caían, caíanco– mo el goteo de lluvia que corroe á las más compac– tas rocas: juicios sin madurez, apla:..:sosy censuras sin imparcialidad, información tendenciosa, apasio– namientos de bandería, anhelos ele impresionará la muchedumbre y propósitos de cortejarla, gacetille– rismo insustancial, narración sugestiva del crimen; todo ello elaborado ó aderezado allá arriba, en la meseta estéril, fría huesa de un mundo; todo ello, servidor y propagador de ideales extranjeros, des– moronaba lentamente la unidad del alma baska, sustituyéndola por la corrupc ión moral y la anar- .quía intelectual de las sociedades modernas. ·Eran aquellos días el agosto de los periódicos. '· Las noticias de Cuba, el peligro inminente de la in– tervención americana, la apoteosis de nuestro dere– cho y de nuestro poderío, excitando la curiosidady el amor propio, multiplicaban la venta. Las em– presas se fatigaban de contar perras mientras la leyenda de oro centellaba en todas las imagina-
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