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CAPÍTULO SEXTO I l diario, desde los estribaderos del gigante Aitzgorri, ora tétrico de brumas, ora res– plandeciente de sol, camino del mar, valles abajo, reto.rciéndose ~ntre ~ngosturas, bor– ~ deando abismos, aqu1 sorbido por la boca lóbrega del túnel, más allí levantado sobre la inmensa escotadura de las montañas por los ma– chonesdel viaducto, ahora bramo como bestia mi– tológica, después silbo cual serpiente diluviana, extendiendo humaredas y sacudiendo chispas de ti– zón infernal sobre la plácida campiña, velocísimo, raudo, torbellinesco, estrepitoso, entre chirridos de ruedas, rechinamiento de muelles, martilleo de to– pes, crujidos de maderas, vibraciones de cristales, aceros y hierros, se despeña el horrendo convoy, con la insolencia brutal de la materia vencedora ..... Abrióseuna portezuela, cayeron sobre el andén va– rios paquetes voluminosos, y allí mismo los hom– bres que los recogieron, centro de chiquillos grita– dores que, impacientes, á codazos pugnaban por ser los primeros servidos, hicieron el reparto. Rom– pióseel círculo alborotador,esparciéndose en distin-
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