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A. CAMPIÓN 173 sen·no se puede ni oir tampoco! josús, Josús ! Bo– rra~hosdel siudá, mala gente. Bocas, ni en excusao hay tanta eme. ALajumera se le hacía tarde. Había averiguado muchascosas que completaría en ulteriores pláti– cas.Pidió la cuenta; andre Joshepa, agradecida á Jos ofrecimientos,se negó á cobrársela. -Mire usté, patr0na, tengo dinero-dijo, ense– ñandoun puñado de pesetas. Apesar de la insistencia, fué inútil: "desde maña– na Jecobraré,,, porfiaba andre Joshepa; "hoy no,,. y con ese "no,, y la cena de balde salió Perico, emprendiendosu regreso por la ancha y á aquellas horas solitaria calle de San Ignacio. Un punto obs– curode la conversación le hacía cavilar : "por qué se alegraron tanto los ojos de la Joshepa cuando él le dijoque la guerra entre España y los Estados Unidosestallaría al fin?,, Dió vueltas y vueltas á la pregunta,fantaseó y combinó suposiciones; no dis– curriórespuesta satisfactoria. Su creencia de que la •mentalidad,,del aldeano es "mentalidad apar te,,, unaespecie de "rincón donde las telarañas de las preocupacionestienden sus polvorientas redes, ce– rrado siempre á las ideas luminosas y bellas que las ciudades forjan,,, contribuía á despistarle. Que ocultapalpitaba allí alguna cuestión de "papeles,,, de "valores cubanos,,, lo sospechó al instante, pero fué para desecharlo en seguida. La guerra, en ese caso,debía de inspirar inquietud y zozobra. Caminaba muy absorto cuando, cerca ya de la Avenida del Progreso, oyó algazara de voces juve– niles.Tres ó cuatro muchachas, convoyadas por otros tantos muchachos, entraron en la calle. Sobre todas las risas se destacaba una, fresca y estrepito– sa, especie de risa sin domesticar, que era escánda– lo del silencio reinante. "Mujer, calla; no seas case– rota!,,,gritó un.-1 Llelas compañeras. Perico obser-

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