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166 LA BELLAEASO ner manteles; cenaré aquí, de pie, en el mostrador, y charl aremos. Mientras andre Joshepa preparaba la cena, pasó Lajumera revista al local, á la tiendecita de comes. tibies bien surtida, á los anaque les repletos debo. tellas, á la batería de cocina, á la vajilla, á los pelle– jos de vi-noy aceite sobre el tablero, todo ello muy en orden y limpio. "Aquí entra poca gente~pensó Lajumera;- por muy pulcra que sea la dueña, las tabernas y tenduchos concurridos son lugares puer– cos; claro es que aquí no han de acudir los cabaJle. retes y damiselas de El Cantábrico y del Artístico á tomar el té; por tanto, hasta que no se vean mu– cha mugre, mucha roña, muchos salivazos y costro. nes de barro y polvo, mala cuenta. Voy á meterle los dedos en la boca á la lavandera renegada.,, Andre Jo shepa traía en la mano derecha un plato que olía á grasa de cerdo y á aceite frito; en la iz– quierda, media botella de vino. Se sonreía, pero fría– mente, sin que le saliese de dentro. - Hombre, estará usted aquí mal; voy á cubrir mesa con el mantel muy blanco.....- dijo, haciendo ademán de salir del mostrador . Lajumera la detuvo por el brazo. - Cá; señora! estoy retebién aqu í, junto á usté, cerquit a de la buena luz. El local se halla oscuro, triste..... He venido corriendo por coger sitio; me han dicho que la taberna suele estar de bóte en bo· te por las noches. Andre J oshepa no entendió la expresión y me· neó la cabeza con gestos interrogativos. -Q ue suele estar llena la taberna, digo, abarro- tada de gente; así me lo contaron. A los ojos de andre J oshepa asomó el despecho: -Po r erreir habrán disiro-cont estó. "No va mal la cosa-reflexionó Lajumera;-es– tos aldeanos, tan zorros y marru lleros, nunca ha·

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