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A. CAMPIÓN 165 administraciónde loterías ocupaba la primera tien– da de la esquina. Perico miró á todas partes, como el que se precave al intentar una mala acción. Calle y tienda estaban solitarias. Empujó la puerta y en– tró. Al conocerle la lotera sacó un décimo y lo pu– so en el mostrador. Se sonr ieron ambos, como antiguosamigos, y él, después de pagar el billete, prosiouiósu ruta hacia la calle de San Ignacio, cu– yos letreros fué recorriendo con la vista uno por uno, hasta hallar el que buscaba: "Al valle de Lo– yola.,, Dentro de la nueva taberna no había parroquia– nos,excepto un obrero, al parecer albañil, ante un platode bacalao y patatas.Junto al mostrador, an– dre Joshepa, muy grave, hacía media. Visible por la puerta semientornada, en el fondo de la cocina fre– goteabaPachika. -Ole, patrona-dijo Lajumera;-déme de cenar. Andre Joshepa levantó la cabeza; se le figuróque no le era desconocida la cara del parroquiano, pero comono le supo poner nombre, se abstuvo de expri– mir la memoria. -Qué quiere? hay poco cosa, fuera de latas..... -Un par de huevos fritos, un cacho de esa lon- ganizaque cuelga, vino, por supues to, y queso ..... Veo que no se acuerda usté de mí. Andre joshepa volvió á mirarle; sus recuerdos se obscurecieron más. -A lgo pienso, pero..... -Muje r, un domingo que llovía..... estuvimos varios amigos en el caserío de usté, cenando rica– mente; con nosotros estaba un baskongado que se metió en la cocina..... -Ah! aquél que cantaba cansión de burros ..... ya mealcuerdo-interrum pió andre J oshepa;-por eso disía yo en mi cabesa..... · - Por fin á la ciudad, eh? No se moleste en po-

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