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164 LA BELLAEASO veía sólo, desamparado, sin amigos, sin familia. Flo– rentina era cariñosa, alegre, decidora; su con– versación espolvoreaba todo el gracejo de los ba– rrios bajos; sus frases verdes, sus tropos coloristas curioso maridaje de ingenio y grosería, de sutilez~ y realismo, su original adjetivación á cosas y perso– nas hacían reir á Perico. Desde los primeros pa– sos se revistió Florentina de cierta autoridad, basa– da sobre la experiencia del mundo y la vida; llamó– le "niño, mi niñito,, y como á niño le trataba á me– nudo. Pero esos rasgos de dirección, en cierto mo– do maternos, se compaginaban con halagos, hijos de la sensualidad diluida por todo el ser de Floren– tina. Mas impensada rigidez solía cerrar el paso á la intimidad peligrosa: "no soy oblea que se pega, -decía ella-sino perlita que se engarza,,. Y á los pocos meses de amistades, Perico y Florentina se engarzaron al son de los latines. La luna de miel fué completa. La cebolla del pan contigo sabía á pechuga de pollo. Lo poco era ad– ministrado diestramente por ella, y él le continuaba sometido, pesando suaves, pero con mayor grave– dad cada día, los veintiocho años de la mujer sobre los diez y ocho del marido. Bonanza que dura un punto fué aquella. Floren– tina enfermó, y á los dos ó tres meses del primer ataque era una enferma crónica. Perico se deses– peró al principio; luego vino la resignación, des– pués el cansancio, el tedio, la impaciencia..... aho– ra el odio. Doce años de sufrimiento agriaron el carácter de Florentina, desfiguraron su rostro y cuerpo. ¡Cuánto pesaban los cuarenta años de la mujer prematuramente envejecida, sobre los treinta del marido cuya virilidad conservr-:baaires de mozo! Amargas reflexiones y punzantes recuerdos c¡ue le acompañaron hasta la calle del g~neral Jáuregui, donde su pensamiento tomó nuevos rumbos. Una
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