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A. CAMPIÓN 163 bres de pro, personajes importantes, conocidos é influyentesaun fuera de Bizkaya, indiscutidos san– tonesdel socialismo español, ¡gracias al amílico! La noticia que Altube le había comunicado, de que . aquellosdel caserío estaban ya en la ciudad, dió nuevo pábulo á sus constantes cavilaciones. Si él fuese soltero cortejaría á las hijas, á la más guapa, naturalmente,en primer término, y de no morder éstael anzuelo, á la ot1a, á la caserota, á la bestia de labor, cerril y fea..... Qué más da, si por ella as– cendía á condueño de la taberna? Pero estaba uni– do á una mujer más vieja que él, afeada por una de esas enfermedades que ni siquiera saben matar. An- . dabaél, hacía tiempo, atisbando los progresos de la dolenciaperezosa que se duerme en los tormentos sin asestar el golpe libertador! Ahora sí que suspi– raba por él y Je urgía cayera sobre la que le apri– sionóen sus primeros vuelos de mozo.- "Lagarta, lagarta!-gruñí a entre dientes,-m e fascinó..... abrió la tragadera y caí dentro, como una mosca.,, Mientras se dirigía á la calle de San Ignacio re– cordaba la historia de su matrimonio, breve como un parpadeo de ojos. Por las mañanas, cuando iba y venía del trabajo, cruzábase con Florentina, que tambiéniba y venía de su taller de bordadora, tan peripuesta y arregladita, algo ajamonada ya, provo– cativaen el mirar de sus ojos negros árabes y en el contoneode su andar chulesco, elegantemente cal– zadasiempre, ávida de lucir sus piececitos madrile– ños y las pulcrísimas enaguas. Era la primavera, y en vez del pañolón de invierno lucía el primoroso peinadode su pelo negro, esmaltado de claveles. Al pasar se sonreía y centellaban sus dientes me– nudos de gitana. Principiaron á decirse adiós, á di– rigir y atender un requiebro, á hilvanar un diálogo, á prolongarlo después, á pasear juntos. Perico lu– chaba entonces contra enormes dificultades; se

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