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162 LA BELLAEASO fundición y aprendió el oficio. Era inteligente, ha– blaba con facilidad, se asimilaba las frases y aun los conceptos; su cultura descollaba sobre la de sus amigos; se dedicó á leer libros socialistas y anar– quistas. Quiso empaparse de El Capital, de Marx pero no pasó de los primeros capítulos; aquelloer~ una lata, una indigesta y grisácea exposición de doctrina, atiborrada de números, sin períodos re– lampagueantes. Pero los vulgarizadores de segunda y tercera mano, los revolucionarios franceses y ru– sos, se los aprendió de memoria. La exaltación del individuo de los unos parecíale idéntica á la omnipo– tencia del Estado de los otros; él no calaba las dife– rencias hondas; veía la parte negativa, el aspectode atraco y asalto que revestía la reivindicación social. En el fondo de su ser era un latino holgazán, envi– dioso, gastador y refractario al orden y disciplina. Comenzó á escribir enhebrando rapsodias para verter sus hieles; atraído, además, por la carrera de agitador, de apóstol que vislumbra la posibi– lidad de vivir burguescamente combatiendo á la burguesía, fulminante de huelgas y motines, micro– bio de la descomposición social desde el zinc de una taberna propia, cual tantos y tantos compañeros que él conocía y envidiaba. Sí; la taberna era el trípode del vidente, el púlpi– to del misionero que centuplicaría el efecto útil de la propaganda y le alzaría sobre el pavés á conduc– tor de las "masas obreras,,, igualándole á Sánchez Morapio y á Paja del Saco de la Invicta, con quie– nes se ponían al habla los gobernadores civiles y los ricachos de la piña, para sacar á flote sus com– binaciones electoral es . Quién es era n, en resumidas cuentas, el Sánchez y el Paja aquéllos, más los Es– pinares, Menéndez de la Ermita y Agua Seca, si– no unos cachos de brutos, indignos de atarle á él las cintas de las alpargatas? Sin embargo, hom-
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