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158 LA BELLAEASO Contesta; cierra el grifo del gimoteo, que la vasija se sobra . Florentina alzó la cabeza de la almohada que le servía de apoyo. La tenue claridad iluminó su ros– tro pálido, crispado, de vieja prematura; algunafac– ción correcta acentuaba la fealdad del conjunto. - Granuja! déjame en paz; todas las junturas del cuerpo me las aprieta el mismísimo demonio; aquí huele á lo que no tienes tú, á decencia y á hom– bría de bien. Como rendida por este esfuerzo, de incorporarse y hablar, la mujer se reclinó nuevamente y hundió el rostro en la almohada. El montón de ropas co– menzó á palpitar convulsivamente, según la rítmica intermitencia de los gemidos. Lajumera se acercó á la cama. El movimiento desp reciativo de ocultar el rostro, y los incesantes lamentos, más que las inju– rias le enfurecían. Miró á Florentina con expresión aviesa. - Me vienen ganas de echart e la mano al gazna– te y vaciarte la lengua..... Te complaces hostigándo– nie, tocando siempre en mis oídos la campana tris– te; apenas me oyes entrar, bandeas el ay, ay, ay! Cuándo se te ha de secar la gargajera? A lo i1npor– ta11te..... Dónde está el dinero que te dejaron las. bribonas? cuánto es? Te callas? sigues volviendola mocosa?..... no te valdrá! Lajumera comenzó á registrar la ropa de Floren– tina. Sus manos trémulas palparon y estrujaron una por una tocias las prendas, sin que la com– pasión atenuase las coléricas sacudidas, al recorrer los miembros escuálidos y las deformes anquilosis de las articulaciones. No encoritró dinero, pero sí una llave. La tomó y se dirigió al armario inmedia– to á la ventana. Apenas metió la lh1ve oyó que la cama crujía. Florentina se echó r uera, y arrastrando los pies, co-

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