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156 LA BELLAEASO someramente vestida, sin otras prendas que la ca. misa y una sayita de percal hecha girones. Lajumera quiso pasar de largo, pero la mujeruca Je obstruyó el paso de la escalera. Sonreíase ma. quinalmente, sin cordialidad ni franqueza. - Oy! D. Pedro, - exclamó con tonillozalamero tan falso como la sonrisa., esforzándose por enfoca; sus miradas incoherentes al rostro de Lajumera. -Adonde lleva usté esa criatura, medio en cue– ros? ..... A que pesque una pulmonía?-preguntó ás– peramente. -- Comienza á llover. -Plumonías no está pa pobres; así tiene que ácostumbrar; nosotras no somos ricas; cómo vivirá después, sinó? Tard e eviene usted hoy. ¡Lástima! Y recalcó la exclamación. -Lástima? ..... Por qué? - Buenas visitas la mujer hoy! No o'.e usted, ó qué? Entoavía han queraro prepumes en la escale- ra. No reparar gastos aquéllas! ' -Asunción, hable usté claro; soy muy torpe pa– ra descifrar acertijos. Ashunsi se le aproximó, con movimientos caute– losos de gata. Su cara mustia se había animado. Notábasele el contentamiento de la chismosa que aprovecha una coyuntura. Miró á todas partes, y en tono de grave confidencia, pegada al cuerpo de Lajumera, dijo: -Dos señoras muy elegantes, de primera clase de primera, han v.isitaroá la mujer de usted. Urn ya pienso que es marquesa, ó..... Viene á misa er coche..... Más de mediora la visita! bonitos diñem habrán dejaro, aquéllas! De San Visente de la So siedá, ó..... así serán: devotas de mundo. Tras de breve pausa, Ashunsi trocó el tono d, confidente enterado por el de mendigo quejón : envidioso: -Ya se podían haber subiro al goardilla: allá es
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