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154 LA BELLAEASO ~n~ia~e exotismo,. su culto .á la moda, su taller de 1~1ta~1ones,su fona de van~dacle~,, su prácticade la frivolidad y del goce, su onentac1on materialista á la estrella polar de hoteles y c:isinos, era la antíte– s!~ de la vida bas~a. Cada afio, la incesante expan– s10nde la urbe hipertrofiada destruía la primera lí– nea de su cintura campesina, aplicando ia piqueta á los viejos caseríos. Imagen grosera y tanoible de otra expans ión más sutil y enervadora que s~ exten– día campos adentro : en los brazos de la linda y ele– gantísima cortesana, al tibio y perfumado ambiente de la alcoba irreprochable, la virilidad baska caía en plácida pasividad, rendida por exhaustadoras caricias. Lajumera se esforzaba por dar forma de idea á los sentimientos que Jayápolis, radiante bajo el cie– lo tenebroso, le sugería. Semejábase al fotógrafo que agita los reactivos para revelar la placa. El mu– .gido de las sirenas le interrumpió; lucecillas mo– viéndose sobre las aguas indicaron la ,1rribadade tres ó cuatro vapores pesqueros; distinguió los pe– nachos rojizos y humosos de las chimeneas; gri– tos mujeriles turbaron el silencio ·del muelle; los adoquines sonaron con el rodar de los camiones. Nuevamente pensó en los pescadores; recordó su propaganda entre ellos, estéril al principio, la lucha antipatronal, la complicidad de las circunstancias, el éxito relativo, exteriorizado por aquellas dos trai– neras pintadas de rojo que se llamaban Sin patrón n. 0 1 y 2 y tripulaban los compañeros del puerto. Allí también se aportillaba la antigua alma baska, el alma contenta en la pobreza que le mostraron las gallardas mujeres de Bermeo. Sonrióse orgulloso: "soy fuerza, incontrastable á la larga,,. Desde los vaporcillos que trepidaban con el hervoreo de las calderas y el mugido de las sirenas, transportóse su imaginación á la morada de los ricachones armado-

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