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152 LA .BELLAEASO les faltaba la voluntad! cómo? si eran unos desvali– dos satisfechos, unos harapientos resignados! cómo cambiarles el alma, la maldita alma baska, de ur– dimbre resistente, elaborada por la mano del tiem– po? Él no sabía distinguir ni contar los estambres de la trama; ignoraba el arte de los análisis psicoló– gicos..... pero el conjunto, el todo, á las mil mara– villas lo entendía: era la obra de lo pasado. ¡Maldita alma baska, hecha de tradición, más dura que los mármoles! No se le había desvanecido el recuerdo de su primera confrontación con ella, casualmente refrescado por "Un drama de la costa,,, originalde Arzadun y que él había leído en un periódico de la mañana. Era á poco de llegar á Bizkaya, cuando éí andaba errante en torno de Bilbao, buscandotraba– jo que le conviniese. Frente al merendero de San– tuchu, media docena de borriquillos, acarreadores de pescado, olfateaban el polvo de la carretera. De– lante de la casa, junto á las paredes, montones de cestos, repletos también; dentro, un vocerío de mil diablos, risas, conversaciones, cantos; y luego, un tropel de mujeres que salió, jóvenes en su mayor parte, con cuyas semejantes nunca había tropezado en la estepa castellana: cenceñas, ágiles, atezadas por el sol, la lluvia y el viento; amalgama extraor– dinaria de fuerza hombruna y de gracia y belleza femeninas; someramente vestidas de percal, descal– zas..... Las viejas arrearon á los borriquillos y las jóvenes cargaron sobre la cabeza los cestos, sin que se doblasen los cuellos de cariátides bajo el enorme peso de tres y cuatro arrobas, ni cesasen un punto de hablar á la vez, gritando, y tan de prisa, que aun de no expresarse en jerga de suyo incomprensible, le habría sido difícil entenderlas. Y como un torbe– llino, dejando atrás á las viejas de los borriquillos, que tampoco caminaban despacio, desaparecieron cuesta abajo las jóvenes, cantando á coro, inmunes
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