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XVIII PRÓLOGO en el asunto, me veo precisado á hacer punto final. En fin de cuentas, salvo la tonalidad general, algo recargada, y salvo ciertos detalles, el cuadro de La Bella Easo está realizado de mano maestra. ¿Es la obra del Sr. Campión una novela de ten– dencias, ó de tesis, como ahora se dice? ¿Se ha pro– puesto el autor defender determinadas opiniones? Tampoco lo sé. He dicho ya que él describe y pin– ta sin hacer observaciones por su cuenta; no tiene el mal gusto de convertir la novela en cátedra de sociologíaó púlpitode moralista,y deja en todo caso al lector que deduzca de la narración las consecuen– cias que mejor le plazca. Como la novela moderna tiene finalidadmás alta que la de entretener agradablementecon la variedad de tipos y paisajes y con las peripecias de aconteci– mientos hábilmente urdidos; como todos leemos actualmente ese·género de obras literarias no tan sólo por mero pasatiempo, sino con la idea de apren– der algo útil en ellas, me permito apuntar varios de los muchos comentarios que La Bella Easo me sugiere. El abandono del caserío Lizardigaraicoechea por Martín y su familia,para trasladarse á Jayápolis, es uno de tantos y tantos casos como vemos todos los días, de gentes que acuden desde el interior de la provincia hacia la costa, y en particular á San Sebas– tián; algunas, porque su morada se derribó para construir, en el terreno que ocupaba, determinado chalet, villa ó palacio;otras, la mayor parte, atraídas haciaJayápolis por los espejismos de una ilusoria felicidadque en la urbe les espera. No es mal exclusivo de Guipúzcoa. En mayor grado, quizás, se observa en toda Europa. Los al-
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