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140 LA BELLAEASÓ que le abrigaron con mantas, etc., y en la carretade bueyes, sobre un colchón traían, bajo su buena cu– bierta de hule. Al llegar á la nueva casa, calle San lgnasio, cuando querían sacar al viejo para subirlo á la habitasión, vieron que estaba ·cadáver. -Caramba! - Vaya un lanse!- Bonito viaje!– Pobre hombre!-exclamaron los oyentes. - Se armó en la calle la marimorena. Imaoínen– se! Un escandalaso! Vino la polisía, y por primera providensia, á la hija que condusía la carreta,al Jusgao. El padre acude donde mí; yo me he idodon– de el jués; le he recomendao el asunto; me ha di– cho que después de la declarasión que preste la muchacha, la pondrá en libertad provisional, para seguir ó no adelante, según diga la autosia. Vuelta donde los caseros, para tranquilisar . Guzirako arrimó su cara á la dejuanito Insausti, y apagando la voz, dijo: -Los caseros tienen una hija de la cual me ha– bía oído hablará Castro-Elvira que es una mujer capás de haser parar á todos los relojes del mundo para dar ella exclusivamente la hora. En cuanto suel– te la costra de la aldea no tendrá ·superior en Easo. La fisonomía de Insausti se animó como la del gourmet que examina Ün menú excelente. -Muy guapa;.eh, muy guapa?-p reguntó;-hay que verla. Me hasen mucha grasia las aldeanas, an– tes que se damichelen. Entre ellas y las de la siudá hay la misma diferensia que entre el conejo casero y el de campo. . Al cachalote le llegaron algunas palabras sueltas del diálogo, é interrumpió con su vozarrón á los dialogantes: - Que no haiga secretos; es de mala educasión hablar callando. -Hombre, si callamos, cómo hemos de hablar? -replicó lnsausti algo encrespado.

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