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PRÓLOGO XV!I guntarán segu ramente, después de leer La Bella Easo, si habrá recargado de intento los colores con que pinta la sed de festejos inin.terrumpidos, el ex– ceso de círculos de recreo, los defectos, en fin, de San Sebastián, sin dejar por eso de transparentar su cariño indudable á esta ciudad, en la cual pasa feliz y agradablemente buena parte del año . Acabo de contestar á la pregunta, en sentido negativo; pe– ro cabe considerar el punto bajo otro aspecto. ·Cam– pión tiene bien firmes sus convicciones, que son los lentes con que forzosa é ineludiblemente observa. Por mucho que trate de limpiarlos con gamuza ó pañuelo de seda. para que la visión sea exacta, no le es posible prescindir de ellos. ¿No verá, por tan– to, el lado negativo de Jayápolis más de bulto de lo que en verdad es, sin darse él mismo cuenta? Me parece que sí, y que tal es la causa de la impresión, poco halagüeña para San Sebastián, que la lectura de su obra produce. Yo también soy acérrimo regionalista, pero co– mo entiendo que muchas hojas de nuestro venera – dísimo código foral no pueden ya encontrar aplica– ción en las circunstancias presentes, resulta que, al mismo tiempo que coincido con mi distinguido ami– go en el principio fundamental é inmutable de la soberanía del pueblo vasco para regirse por sí mis– mo en cuantos asuntos no son, ó mejor dicho no deben ser de la competencia del Poder central, soy en cambio reformista, mi temperamento es esen– cialmente dinámico, pertenezco en fin al regionalis– mo de la izquierda. Mi modo de apreciar el tras– cendental prob lema vasco y mis opiniones en polí– tica general están, por tanto, en armonía con las ideas dominantes de San Sebastián. ¿No influirá en mí esa circunstancia, haciéndome apreciar las cosas de la ciudad en que na.cí , un poco más de color de rosa que la realidad? No pudiendo ser juez y parte 2
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