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136 LA BELLAEASO de}?con vid~ _milagros~mente. Los políticos y los militares poht1cos,el genero y la especie de lagra– nujería pública, le tiraron á degüello! Desfogado el general con esta perorata, su espí– ritu se había encarrilado por el camino de sus re– cuerdos. Así es que no sorprendió á los "perros sabios,, observar que la boca y mano del orador trnzaban el signo premonitorio de las anécdotas persona les. - Cánovas del Castillo decía que el libro máscu– rioso que hubiera salido de su pluma es el que se quedó por escribir, Entre qué gentes he vivido. Quien Jo va á escribir soy yo, y aunque menos im– portante no será menos curioso. Irá á la imprenta después de que estire la pata, á An de excusar mi– ramientos que empañan las páginas de mis "Re– cuerdos,,, dadas ya á la estampa. El general había escupido, completándose la pre– paración. -El año setenta y tantos un ex comandante de presidio se quejó á las Cortes porque -le negaban volver al Ejército, cuando se lo habían concedido á varios que arrastraron cadena por los más feos de– litos, en el establecimiento penal que él dirigié. Se habló á varios generales de los que no sostuvieron el trono de la madre para que trabajasen por el hi– jo. Uno pidió que antes de comprometerse le ase– gurasen la paga si tenía que emigrar. Injusticiasco– metieron en el Ejército moderados, progresistas y unionistas. Les superaron los radicales. Por los acontecimientos de la noche del 11 ele Diciembre del 72, que no me enteré, se concedieron mayor número de gracias á jefes y oficialesque el de com– batientes. Desde el 23 de Junio del año referido al 20 de Enero del 73 se hicieron seis tenientes gene– rales, veinte mariscales de campo y cuarenta y seis brigadieres. Durante las semanas inmediatas al pro-

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