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Á. CAMPIÓN 133 o.a Ambrosiaes una de las i:nayores rémor~s que se oponen á la vida que J uha y Luz deseanan lle– var y acasoacaso, á la del mismo D. Víctor. Se im;ginausted á D.ª Ambrosi~ alcaldesa y pres~nta– da en Miramar?Ella no consiente que la arrinco– nen, y á lo mejor salta la boyeriza de Izkonegi. Undíaestaban invitadas á un .five o clock en casa de una de las familiaseasotarras ,que más tono sa– bendarse aquí. Le ofrecieron una taza de té, y sa– beJoque contestó? "Mil grasias, mi señora; no es– toyemperma.,, · El general se echó á reir y Barkaiztegi guardó ·silencioalgunos instantes. -Ahora llegamos á lo del mote. En visitas se metióuna vez á contar la muerte de una persona; queríaprecisar la enfermedad, y no daba con la pa– labra.Por fin, impacientada, dijo: "tendré que desir en baskuense;se murió de perlesía,,. Hizo tanta gracia que desde entonces las llaman como usted sabe. Pomés no cesaba de reírse. - Chistosísimo!- exclamó.- La trasfusión de cla– ses la estimo más difícilque la de los metales. Y esoque las mujeres roceras de aquí son de suyo milveces más modosas que las de su clase del res– to de España. ¡Si viese usted á mis baturricas! Sacó el hocico, se llevó la mano á la boca, á gui– sa de biombo, y escupió. Los "perros sabios,, se dispusieron á saborear el cuento baturro. Pero éste no salió porque en el salón se oyeron ruido de si– llasy murmullo de voces, como de personas que se levantande sus asientos y se disponen á salir. Era ungrupo de oficiales que habían estado tomando café,silenciosos la mayor parte del rato, ó hablan– do en voz baja. Pasaron por delante de la rotonda y saludaron militarmente: "A la orden, mi general,,, decían.Iban graves, afectando entereza é indiferen-
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